El Lobo Estepario

Tienes razón, Lobo Estepario, mil veces razón, y a pesar de todo debes desaparecer. Quien quiera vivir en la actualidad y sentirse contento con su vida, no puede ser una persona como tu o como yo. Quien exige música en lugar de ruido, alegría en lugar de diversión, alma en lugar de dinero, trabajo verdadero en lugar de ocupación, pasión autentica en lugar de jugueteo... para él este mundo no es un bonito hogar. Hermann Hesse, "El Lobo Estepario"

martes, septiembre 19, 2006

Desde la trinchera

Aqui andamos atrincherados. Luchando contra el humo gris que se cuela bajo la puerta que cierra el inmaculado universo de los sueños. Contemplando más con incredulidad que con ira como el dolor, la indiferencia y la rutina van ganando terreno. Con la única necesidad interna de ser coherentes y sin buscar la comprensión ni la justificación ajena. Con la idea de que sólo cada uno conoce su propia verdad, y nadie debe pensar por uno mismo. Que en cada ser hay un anhelo presente, el de hacer que su vida sea extraordinaria. Que no hay que atacar a nadie, pero que no se puede ir en contra de uno mismo, y si hace falta, uno debe defenderse.


Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos

de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres


defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

Mario Benedetti


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